Pecio Bou Ferrer, la clave en el patrimonio arqueológico de Alicante

Redacción, Carme Mayans | REA nº 23 | Publicado en Noviembre de 2015

El pecio Bou Ferrer es la «pieza del puzzle» que falta para completar los estudios de arquitectura naval romana entre la época republicana e imperial, explica el codirector del proyecto, Carlos de Juan, en el Museo Arqueológico Nacional que expondrá uno de los lingotes de plomo.

Pecio_Bou_Ferrer

Considerado desde septiembre de este año Bien de Interés Cultural, el pecio Bou Ferrer es el yacimiento arqueológico en excavación más importante del Mediterráneo, un enorme navío de 30 metros de eslora y 230 toneladas de peso que zarpó a mediados del siglo I del puerto de Gades (Cádiz) con destino a Roma, pero que se encalló en las costas de la antigua Allón (Villajoyosa, Alicante).

Ela década de 1990, José Bou y Antoine Ferrer, dos buceadores deportivos del Club Náutico de la localidad alicantina de Villajoyosa (La Vila Joiosa), se dedicaban a su afición de buscar barcos pesqueros hundidos en la zona. Una vez localizados, hacían fotografías de los restos de las barcas y de la fauna marina que se asentaba sobre ellas para luego mostrarlas  a los pescadores que tenían curiosidad por saber qué había sido de sus embarcaciones naufragadas.
A finales de 1999, un día en que regresaban de una inmersión que no había dado los resultados esperados, Bou y Ferrer decidieron que podría ser un buen momento para intentar localizar La Barqueta, una embarcación pesquera de madera en desuso que hacía poco había sido hundida intencionadamente en un punto muy cercano del puerto, aunque allí el suelo marino no tenía demasiado atractivo para los buceadores.

Vasijas en aguas turbias

Bou y Ferrer disponían de las coordenadas del hundimiento de La Barqueta, por lo que navegaron hasta el lugar para localizarla mediante una sonda acústica. Una vez fondeados, y cuando se estaban equipando para bajar, un inesperado viento de poniente les arrastró a unos veinte metros de su posición inicial. Los buceadores intentaron levar el ancla, pero al tirar de ella se dieron cuenta de que estaba enganchada y decidieron hacer una inmersión para liberarla.
Cuando hubieron descendido 25 metros, Bou y Ferrer descubrieron que el ancla estaba enganchada en una vasija. Y no una vasija cualquiera, sino que parecía tratarse de un ánfora romana. Los dos amigos realizaron ese día otras tres inmersiones para cerciorarse de su hallazgo y pudieron ver algunas ánforas más. Pero las aguas turbias les impedían la visión más allá de un metro de distancia, por lo que no se dieron cuenta de que en realidad había cientos de recipientes diseminados sobre la estructura de un antiguo navío sorprendentemente bien preservado. Más tarde, cuando las condiciones de visibilidad mejoraron, los dos buceadores volvieron a la zona armados con una cámara y pudieron tomar fotografías del fondo marino y de los espectaculares restos arqueológicos que se conservaban allí.

Huellas de saqueo

En abril del año 2000, Bou y Ferrer comunicaron su descubrimiento al Museo Municipal de Villajoyosa y entregaron las fotografías que habían realizado. El museo informó al Centro de Arqueología Subacuática de la Comunidad Valenciana, que tomó cartas en el asunto y en enero de 2001 encargó a los arqueólogos Carlos de Juan y Gustavo Vivar que acudiesen al enclave con los descubridores. Tras varios intentos fallidos localizaron el yacimiento, pero cuando Bou y Ferrer se sumergieron vieron enseguida que no se hallaba en el mismo estado. Sin duda, se había difundido la voz del hallazgo y en los meses anteriores otros buceadores habían sustraído gran número de ánforas. Los arqueólogos, alarmados, cobraron conciencia de que si no se ponía freno al expolio el yacimiento desaparecería en poco tiempo.
Fue así como en mayo de 2001 se puso en marcha un proyecto de protección que preveía la colocación de una estructura sobre el cargamento de ánforas. En 2006, un equipo dirigido por Carlos de Juan y Franca Cibecchini –con financiación de la Dirección General de Cultura de la Generalitat Valenciana, la Universidad de Alicante, el Vila Museu y el Club Náutico de Villajoyosa– emprendió las excavaciones en el pecio, que recibió el nombre de sus descubridores: Bou Ferrer. Los arqueólogos constataron que se trataba de una nave romana de unos treinta metros de eslora, lo que la convertía en el mayor barco romano en excavación de todo el Mediterráneo. El navío llevaba un enorme cargamento de ánforas, de las que hasta la fecha se han localizado unas tres mil. Cada una contenía 40 kilos de salsa de pescado elaborada con boquerón, caballa y jurel.

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