JAVIER TOMÁS | CRÍTICA ARTE | REA nº 6 | Publicado en Marzo de 2014
Joan Vidal Alcañiz, nacido en Carcagente hace ya unas décadas, es uno de los grandes desconocidos de la plástica alicantina. Sin embargo, es un maestro por descubrir. Ha recorrido con sus pinceles y su caballete toda la provincia de Alicante, especialmente la costa de las Marinas, como un viandante en busca de la esencia de una tierra que es la suya, pero que él ve con ojos de extranjero. Visítalo en www.joanvidal.com
Especialmente aquellos que decidan ascender el Valle de Guadalest, en busca de las magníficas vistas del pantano del mismo nombre, por encima de las ensenadas y colinas que jalonan el abrupto descenso de las serranías enfrentadas de Aitana y Bernia, con sus respectivas hermanas, esos encontrarán una oportunidad única para descubrir a un auténtico pintor.
Joan Vidal Alcañiz es de ascendencia Valenciana, pero el destino lo llevó a conocer a fondo la técnica empleada por Jardiel gracias a un aventajado alumno de éste, Just Cuadrado, en el año 1982. Desde Beniarbeig peregrinaba Joan Vidal hacia Altea para aprender esta técnica, realizando su primera exposición de cuadros basados ya en la misma el 23 de julio de 1983. Su vida y sus avatares nos son casi desconocidos, pues no hay biografía detallada que entre en otros detalles más allá de su interés honesto por la pintura como medio de crecimiento interior y de representación del mundo tal y como él lo ha vivido.
Sin embargo, es un autor representativo, en ambos sentidos: le gusta representar y él representa los avatares de una generación en la historia del arte local. Se ha entregado intermitentemente al paisaje, se aleccionó en el hiperrealismo y tocó, de pasada, lo onírico, junto a otros estilos, incluida la abstracción, hasta dar con lo que para él fue la revelación de la técnica barroca de la mano de su amigo y maestro Just Cuadrado. Después encontró un camino personal, al que entregó veinte años lúcidos de su trabajo: la colección Cielos siderales.
Esta colección que continua la misma técnica, se debe a su encuentro con Jose Segrelles, ya entonces octogenario galerista de Valencia, director de la Galeria Segrelles de la misma ciudad, creada hace mas de 40 años y sobrino carnal del universal Jose Segrelles, el pintor nacido en Albaida. Pepe, como gustaba que le llamaran los que también tuvieron la suerte de gozar un día de su amistad, le propuso una serie de obras en las que no apareciese nada de la terrenal realidad pues ciertas obras de Joan Vidal le recordaban una serie que había pintado su tío y que se llamaba así, Cielos Siderales. Y es ahi donde nace la serie Cielos Siderales que recibe el nombre en recuerdo de aquella serie de Segrelles , y que hoy cuenta con mas de 200 obras entre oleos, acuarelas y pasteles.
Muchos dirán que lo colorido de este paradigma de Vidal llega a ser chillón, exhuberante, y lo confundirán con exagerado. No: Joan es un autor muy del gusto nórdico. Sus colores no son casuales, y sus derivaciones cromáticas tienen una intención. Juega con ese misterio de la gravedad, en un uso de la luz muy de su adorado Tiziano, de los hombres del tenebrismo, donde él se atreve a indagar en las combinaciones arriesgadas, potentes, turbias a veces, siempre cargadas de una irradiación. A estos críticos locales, a estos hombres de la tierra de la luz, que con justicia encuentran a Joan inapropiado por estas latitudes, hay que responderles que la justeza del arte es saber respetar la sensibilidad del que lo ejercita, y verlo con ojos de extranjero; hay que invitarlos a mirar una obra del sueco Lindström, que la Galería Punto en Valencia y la Galería Italia, hoy cerrada, de Alicante, tantas veces expusieron, mientras el IVAM y otros museos españoles descubrían la excesiva potencia de ese colorido que explotaba literalmente en los lienzos del autor sueco.
Efectivamente, Joan Vidal, como autor de la colección Cielos siderales, es un místico, y me recuerda a la música que compuso Gustav Holst para su suite «Los Planetas», pero concretamente para Neptuno. Meditativo, ajeno, harto del mundo humano, lejos, flotando en una configuración de luces que le producen placer, en un mundo que viene de los cielos nublados del norte, donde los coleccionistas suecos, noruegos y daneses, y también alemanes, van buscando esos colores que ellos saben apreciar. Y los saben apreciar, a diferencia del observador contemporáneo, socarrón, patrio, de Joan, porque vienen de un mundo sin luz.
Joan Vidal toma la luz de Alicante y de Valencia y la usa como un nórdico exiliado en su propia tierra desde hace más de 30 años. ¿Cuándo veremos una exposición suya como se merece, en el lugar que vio nacer su obra y que tan poco lo ha comprendido…?