Municipios

Fuego en el Montgó: la destrucción de una seña de identidad

JAVIER RUIZ MOLTÓ  | REA nº 12 | Publicado en Septiembre de 2014

El devastador incendio ha arrasado 440 hectáreas del Parque Natural del Montgó. Pero lentos serán en entendimiento los que no lo viesen venir, y no solo por el rodillo de sinrazones climáticas que se nos menciona en todos los medios, loros mediáticos del sistema exculpatorio al que se entrega la administración en cuanto algo «sale mal». La Comunidad Valenciana nunca ha tenido dispositivos serios in situ para prever y prevenir estas situaciones, nunca le ha importado el paisaje, salvo como superficie para la especulación inmobiliaria.

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El nuevo Cabo de la Nao arrasado, de verde a ceniza.

 

Ahora el balcón del Cabo de la Nao queda despejado para ubicar nuevos chalets de lujo en primera fila; posiblemente este y otros eran los objetivos de los que causaron el incendio. Como la zona del balcón al mar de Martí, en Xàbia, el balcón del Cabo de la Nao es una zona muy codiciada por los constructores alicantinos. A nadie debería extrañarle que la intención del incendio no quedase muy lejos de estos objetivos.

Porque la administración siempre ha cooperado con los intereses inmobiliarios, dejando los de orden paisajístico para esas minorías trasnochadas -según ellos- de inspiración ecologista. Ni el Ayuntamiento de Dénia ni el de Xàbia se han tomado en serio el Montgó en las décadas de zozobrante democracia que han modelado el paisaje político valenciano. Quizá en eso haya estribado el desinterés, por parte de los dos partidos políticos responsables en esta tierra, PP y PSOE en elevar el grado de Parque Natural al de Parque Nacional del Montgó. Los niveles de vigilancia habrían sido mucho mayores y hubiera sido necesario implantar una segmentación en la seguridad que habría reaccionado muchísimo más rápido ante los incendios.

Pero incluso sin ese nombramiento, los dos ayuntamientos podrían haber hecho mucho más, aunque ya sabemos que las actuales fuerzas políticas tienen otros intereses, otro credo, basado en la demagogia del des desarrollo económico, sin darse cuenta muchos de la trampa de la misma, porque el desarrollo que tanto se vendía como panacea desde los años 90 solo ha llevado a un empobrecimiento de Alicante y de la Comunidad Valenciana, a una miseria que finalmente también ha terminado por caer, como una maldición anunciada, sobre el paisaje, y sobre los tejados y verjas de muchos votantes descuidados, en forma de llamaradas de 5 metros de altura. El castigo termina por llegar y la imprudencia termina por traer su fruto. Y no hay mayor imprudencia que desentenderse y ser indiferente a los gobernantes locales que se eligen.

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La calcinación del sotobosque de Las Planas.

Y lo curioso es que, dado el despliegue que es necesario llevar a cabo para garantizar la seguridad de los vecinos y habitantes de la zona afectada, lo cierto es que los costes para parar un incendio de estas características son bastante elevados. Pero la inversión en previsión es demasiado silenciosa y al mismo tiempo demasiado efectiva. Así se produce un espectáculo, un puesto de mando avanzado, un presidente preocupado… se da el show necesario para parecer consternado, para pronunciar discursos que calan en los sentimientos de los menos avispados en el momento de necesidad, y lo demás lo hacen los medios de información del sistema que, como buitres alrededor de la carroña humeante, envían sus fotógrafos y cámaras para sacar partido de «la noticia». 

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El incendio visto desde Dénia.

Y ahí se acaba todo, o casi todo. Después habrá palmaditas de enhorabuena por apagar el fuego, abrazos de falsos héroes políticos, una cuantiosa factura de gastos, y 440 hectáreas menos, y una seña de identidad mancillada por la irresponsabilidad de sus vecinos, de sus habitantes, de sus explotadores.

Así funciona Alicante, sus municipios y la Comunidad Valenciana y el resultado es una destrucción progresiva. El fuego en los campos parece una metáfora de algo mayor, que arrasa todo el tejido urbano, paisajístico y social. Cuando una tierra tolera niveles de corrupción tan elevados, no puede sino esperar que sus parques naturales ardan en medio de incendios provocados cuando nadie se ha preocupado por vigilar esos entornos.

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El incendio visto desde Xàbia.

El año que viene habrá más, y en una o dos décadas no quedará casi nada en pie de lo que hoy nos admira.

 

 

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