JOSÉ MIGUEL PERELLÓ | REA nº 14 | Publicado en Noviembre de 2014
Una polémica que venía anunciada, y que, bien vista, es poco o nada polémica. Responde a la lógica de los tiempos. Cualquiera habría deseado que el escultor Miquel Navarro no hubiese tenido que soportar, en vida, lo que en términos de poética dramática se llama agnición, el momento en el que el personaje se da cuenta, llega al reconocimiento. Por su bien, claro. Pero al final la lógica de la historia es más dura que los caprichos de los hombres mortales, y Navarro tiene que soportar ver cómo el prestigio de su obra no se basa en una realidad, en una gran obra de arte, sino en confabulaciones políticas que lo enchufaban una y otra vez… hasta que se agotó la corriente. Como en el caso del político Ramón de Soto, el político Miquel Navarro es de lejos mucho más brillante que el escultor Miquel Navarro…
Las grandes obras de arte sobreviven a sus amistades y valedores porque son, en sí, una inevitable contribución a la verdad universal del arte, no un discurso deformado y comprado a críticos y a políticos que hacen lo imposible para promocionar un producto, sino algo más, mucho más. Ha llegado el momento para Miquel Navarro de comprender que su obra, sin sus amistades políticas, que están falleciendo y perdiendo poder a pasos agigantados, no es gran cosa, y no se destaca entre el común de propuestas escultóricas.
Cuando uno se presta ante la obra de Miquel Navarro solo puede sentir indiferencia, y esto no se dice con maldad, sino con objetiva observación. No es una seña de identidad de la Comunidad Valenciana, como se empeñan en repetir desde sus púlpitos los políticos que ha invertido millones de euros en organizar exposiciones por todo el mundo, en adquirir a granel obras (con el dinero público, las que tienen en privado han sido en general contribuciones del propio interesado…) y finalmente en anular la función colectiva de difusión del arte del IVAM para convertirlo en el museo “de Miquel Navarro”. Eso es sencillamente falso. Las obras de Navarro, restando algunas contribuciones más íntimas, no pasa de ser cultura del espectáculo urbano, algo que se ha realizado a partir de la corrupción de lo cultural en una urbanidad controlada por dos partidos políticos en los que las amistades han valido más que cualquier otra cosa.
Cuando Miquel Navarro aceptó y presionó a nivel interno a sus políticos para que le cediesen la sala de mayor visibilidad de un museo como el IVAM precipitó acontecimientos de los que no habría sido necesario ser consciente antes de su muerte. Porque una vez fallecido el artista y extinguidos sus ganchos, resortes y palancas políticas, la obra se queda a solas con el Tiempo, con la Historia, y ahí la obra de Navarro fracasa estrepitosamente. Al forzar las cosas, por una desesperada ansiedad producida por la consciencia, en el fondo, de que no va a lograr esa inmortalidad deseada, y pretender dominar el museo que tiene bajo su control político, el IVAM, solo ha logrado precipitar los acontecimientos. A penas una generación posterior con la que ha convivido detecta el despilfarro, la vacuidad de la operación Miquel Navarro.
Y José Miguel García Cortés, actual director del IVAM, se ha encontrado con la tarea de poner un poco de orden en el despilfarro favorista, que ya roza el ridículo público. A nadie le interesa pasar por la fachada del IVAM, un museo hecho para la difusión y apoyo del arte en un sentido variado, plural y común, y encontrarse día tras día con las mismas obras del narcisista Miquel Navarro, que en su día, conspirando con políticos corruptos como Consuelo Císcar o su marido Rafael Blasco (¿está ya en la cárcel o la elude laboriosamente…?), se hizo favores a sí mismo a costa de lo público.
La finca con bodegas de vino, el estudio de Mislata y los ascensores y caprichos instalados en el mismo, todo ello propiedad privada de Miquel Navarro, han sido sufragados con el dinero de la Comunidad Valenciana y de los valencianos, y ha habido mucho en pocas manos a costa de que haya habido poco, o nada, en muchas otras manos de artistas que necesitaban de un gobierno promotor. A Miquel Navarro la nueva generación de artistas, los que hoy pasan hambre o las pasan canutas en sus talleres de la Comunidad Valenciana, sin coleccionistas y sin adquisiciones públicas, le debe el robo del futuro. Aliado del PP y de sus políticas, se ha llenado los bolsillos a costa del futuro de sus paisanos, y los nuevos artistas eso es lo que le deben a este demagogo narcisista que como artista, para ser objetivos, tiene poco o nada que ofrecer. El chorreo de millones de euros se concentraba, en lo que concierne a promoción cultural, en pocas manos, y la que más se llavaba era la tan hábil mano izquierda de Miquel Navarro. Los que sabemos, los que estamos enterados, somos conscientes de que toda esa instalación no es fruto de un éxito verdadero como artista sino de un éxito como político, y el Miquel Navarro político, al que se le debe gran admiración, será olvidado como artista en relativamente poco tiempo.
¿Qué necesitó Miquel Navarro para ejercer este dominio durante los años 90 hasta controlar totalmente el escenario…? Talento político más que escultórico, y además un periódico local de cierta influencia, donde su pareja, Rafael Marí Sancho, redactor de cultura y opinión de influencia, se dedicó a controlar y modelar esa imagen pública tanto de Navarro como de los allegados de su pareja, que no eran otros sino políticos del PP, y especialmente Consuelo Cícar y su familia. Este tinglado de tercera no suena a «saga de artista genial», sino a película, una vez más, de Berlanga, tipo Moros y cristianos. Este constante bombardeo de la opinión pública desde la redacción de cultura de un diario totalmente controlado indirectamente a través de su pareja y ese discurso «por el pueblo» es rigurosamente falso. Navarro no ha hecho nada por el pueblo, y la donación al IVAM fue una maniobra desesperada por controlar el escaparate principal del museo local de arte contemporáneo. Todo política, política, y más política… Pero el tenderete se cae a pedazos, y la porquería, como se dice en Valencia, termina por salir a flote en las acequias.
Esperemos que el museo IVAM sea un museo de lo colectivo, que retome las asignaturas pendientes, y que no se deje dominar por políticos cuyo momento, afortunadamente, ya ha pasado, porque lo que su actual director reclama ahora es absolutamente razonable en relación a Miquel Navarro, que no se basa en una gran obra de arte de éxito internacional, sino en una mediocridad temerosa de pasar desapercibida, como sin duda llegará a pasar en unas pocas décadas, aunque tendrá su lugar como la anécdota patética de un pelotazo, la connotación de gestión cultural corrupta que fue parte de aquellos «maravillosos» años que han conducido a la actual situación dramática de España y por supuesto de la Comunidad Valenciana.
