Luces y sombras de los valores alicantinos (II)

ANTONIO MORATÓN | REA nº 1 | Publicado en Octubre de 2013

¿Qué valores existen hoy que no sean los no-valores: Intolerancia, competitividad, consumo, insolidaridad? Es difícil sobrevivir a esta barbarie capitalista que nos está condenando a una humanidad salvaje, donde todos esos valores como el amor, el respeto, la honestidad, la comprensión, la tolerancia, la confianza, el gusto y aprecio por los clásicos o la empatía… brillan por su ausencia.

Gabriel Miró, un legado en el aire tras la caída de la CAM

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Donde solo empatizan entre sí políticos bien avenidos, mientras nos preguntamos si con seis millones de parados, nos hacen falta las diputaciones… Donde todo un Instituto de Cultura de nuestra querida Alicante, el Instituto Juan Gil-Albert, se preocupa más por las “jóvenes promesas”, que ni son tan jóvenes ni son tan promesas, más bien enchufados de turno que quieren publicar sus “cosas” al precio que sea con el dinero de los contribuyentes, con el dinero de todos nosotros, para satisfacer sus desmedidos egos, que en recuperar, promocionar y reeditar las obras de nuestras grandes figuras de la cultura alicantina. Poetastros de nulo valor cultural que parecen no haber leído jamás un solo poema de Miguel Hernández, Antonio Machado o el mismísimo Juan Gil-Albert que da nombre a su instituto; nefastos ensayistas y catecúmenos articulistas que a poco o nada aspiran más que a ver sus nombres reflejados tras escritos vacíos en listas a dedo.

No podemos permitir que ciertos señores publiquen sus gaitas a dedo tan alejados de unos criterios mínimos de calidad, esto es tan denunciable como los casos de deshaucios en nuestra ciudad por los medios genocidas utilizados por nuestro Gobierno. Leamos la definición de genocidio: “Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial”, ¿a qué sometimiento se ha de llegar  para que unas personas se quiten la vida? Es una vergüenza que para que un Gobierno reaccione e introduzca otras medidas, tengamos que llegar a esto.

Es difícil evitar que se sigan colocando a personas incompetentes en puestos de responsabilidad y de dirección que no merecen, pero sí podemos denunciarlo; tampoco podemos evitar que el Gobierno reduzca presupuesto para cultura, educación, deporte o sanidad hasta un 22%, mientras que la partida de la Casa Real solo se vea afectada en un 4% en 2013, es vergonzoso. Y no podemos evitarlo, pero sí podemos salir a la calle y denunciarlo, exigir nuestros derechos, recuperar los perdidos, aquéllos por los que tanto se luchó.

Es por todos conocido que Alicante no es precisamente la meca de la cultura, también sabemos que su fuerte es el sol y la playa. Pero de ahí a que no cumpla con lo mínimamente esperado de una ciudad de su tamaño, hay un gran trecho. Pero así es. Año tras año, la oferta cultural alicantina merma, se encoge, volatiliza. Y lo que es peor: da la impresión de que la masa está tan contenta con el sol y la playa, que lo demás no tiene la más mínima importancia. El tejido social no reclama esa oferta, bien porque se ha perdido el recuerdo de los valores y la cultura clásica, bien por la ignorancia, o bien porque el público que algún día fue, ya no está, ha desaparecido.

Hablando de artes escénicas, es triste comprobar que en el Teatro Principal de Alicante, una de las funciones menos vendidas de la temporada es A cielo abierto, una obra romántica que cuenta una historia de amor, tan angustiosa como creíble, que se estrenó en Londres en 1995, una de las obras de mayor éxito de los últimos años y que repite temporadas en los teatros más emblemáticos de Broadway, del West End y el resto del mundo; mientras otros títulos mucho más discutibles agotan el papel apenas se lanzan a la web. Sin un público mínimamente formado e informado, solo la falta de criterio puede llevar a situaciones como esta. Así las cosas, algún empresario espabilado podría privatizar nuestro Teatro Principal, constriñéndolo a una programación comercial cien por cien. Haciéndolo muy rentable para él y muy poco para el enriquecimiento de este arte cada vez más olvidado.

Sí podemos y debemos instrumentalizar el conocimiento y legado de los grandes compositores, de las grandes óperas, de las grandes obras de teatro, dándolas a conocer en nuestra nueva sociedad y prestándoles cobertura de todo tipo, diseñando un plan de estudios educacional, que desde la infancia recoja todo este saber y permita un mayor discernimiento, sensatez y criterio tanto musical como artístico.

Las administraciones públicas hace tiempo que abandonaron el Teatro Principal a su suerte. No digamos el teatro Arniches, triste sombra de lo que fue. El tríptico de su programación de primavera es de risa. Repasen los programas de cualquiera de nuestras Casas de Cultura de ciudades de tamaño medio de hace una década y encontrarán mucho más y mejor. El sainete de Teatres y CulturArts tiene muy poca gracia y al Centro de Cultura Contemporánea de Las Cigarreras llega María Jesús con su acordeón. Ya estamos todos.

Por no hablar de la música en Alicante, que ha quedado relegada a la denominación de música actual al llegar la crisis al Festival de Música de Alicante, apartados cada vez más de una denominación de origen que la hacía más enriquecedora, llevada a su decadencia por una organización que poco o nada ha hecho para evitarlo, o mejor dicho, han hecho todo lo posible para que suceda.

No podemos seguir permaneciendo impasibles ante un gobierno que recorta becas universitarias, cuya forma de premiar la excelencia y brillantez de jóvenes estudiantes que reciben Premios Extraordinarios por su trayectoria es eliminar todo tipo de remuneración por su esfuerzo, premiando la estupidez en nuestra ciudad y contentando ante esta situación, a los que faltos de buenos expedientes y sacrificio, se mofan de los que tanto se han exigido a sí mismos, pues estos los único que terminan recibiendo es un nuevo papel-título que terminará sirviendo para adornar, con suerte, la pared del cuarto de sus padres.

Por todo ello hay que salir a las calles en masa, exigir derechos y libertades, denunciar todo lo execrable y denunciable, olvidarse del suicidio aunque en ocasiones parezca el único medio de provocar una reacción y “escapar” de un sistema asfixiante como el nuestro. Nunca es una salida, ni siquiera queda en la conciencia de ningún político, pues por todos es conocida la inexistencia de la misma en estas esferas. Salir a la calle a denunciar los recortes en cultura, sanidad, educación, salir a denunciar todos y no solo unos pocos. Crear medios informativos independientes que pongan en conocimiento de la población todo aquello que se desea ocultar. Estamos cerca, muy cerca de poder transmitir todo esto con libertad de expresión y sin vetos para poderlo transmitir a todos los lectores. Tremendamente cerca.

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